Bienvenido a la madurez, Manolo Caro
Una charla con el director de la película 'Fiesta en la madriguera'.
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El cine ha vuelto a poner la mirada sobre las letras mexicanas. Es una relación de antaño. Notables plumas del siglo pasado han nutrido nuestra cinematografía: Josefina Vicens, José Emilio Pacheco, Elena Garro, José Agustín o Juan Rulfo, entre otrxs. Si bien en las últimas décadas hubo algunas producciones basadas en libros mexicanos —pienso en las célebres Arráncame la vida o Como agua para chocolate—, sólo recientemente este vínculo ha vuelto a florecer.
Ahí están las adaptaciones de Temporada de huracanes (Fernanda Melchor), Recursos humanos (Antonio Ortuño), Belascoarán (Paco Ignacio Taibo II), Toda la sangre (Bernardo Esquinca) o Diablo Guardian (Xavier Velasco). Y la lista sigue creciendo.
El fenómeno no es endémico. En Sudamérica se han hecho adaptaciones de novelas de Samantha Schweblin, Camila Sosa Villada y Eduardo Sacheri. Incluso TelevisaUnivisión —a través de Vix— le entró a la tendencia con una versión audiovisual —y bastante telenovelesca, hay que decirlo— de Travesuras de la niña mala (Mario Vargas Llosa).
Las plataformas de streaming han desempeñado un rol importante en este boom. Y todo indica que seguirá siendo así. Por lo pronto, sabemos que Netflix estrenará próximamente adaptaciones de Cien años de soledad (Gabriel García Márquez), Pedro Páramo (Juan Rulfo), Las muertas (Jorge Ibargüengoitia) y El eternauta (famosa historieta argentina creada en los 50 por el guionista Héctor Germán Oesterheld y el dibujante Francisco Solano López).
NOTA: Hace poco escribí al respecto en el suplemento cultural Laberinto. Si te interesa saber más, puedes leer ese texto aquí.
Fiesta en la madriguera, una de las celebradas novelas de Juan Pablo Villalobos, ahora también forma parte de ese catálogo. El encargado de llevar esta historia a la gran pantalla fue el director jalisciense Manolo Caro (La casa de las flores, Sagrada familia, entre otras), con quien conversé recientemente.
No me extiendo más. Muchas gracias por leer y compartir este boletín. Al final encontrarás recomendaciones. 📚 🎶 🎬
Las aspiraciones de un creador se miden por su capacidad para sortear el magnetismo de la zona de confort. Consciente de ello, el realizador mexicano Manolo Caro ha encontrado su catalizador creativo en la incomodidad perpetua.
Tras dirigir exitosos melodramas y comedias románticas en México, se embarcó hacia España con la intención de hallar nuevos públicos. Ahora ha puesto el ojo en una aplaudida novela mexicana: Fiesta en la madriguera, de Juan Pablo Villalobos. La película, con guión de, Nicolás Giacobone (ganador del Óscar por Birdman), se estrenó en Netflix hace algunos días.
Formado como arquitecto y reconvertido en cineasta al inicio del siglo, Manolo Caro habla sobre la experiencia de adaptar una novela contemporánea a la gran pantalla y sobre su postura ante la realización cinematográfica.
¿Cómo encaja Fiesta en la madriguera en tu filmografía?
Es una película muy especial en mi carrera. Jamás hablaría mal de mis otros proyectos, pero creo que estoy en una etapa muchísimo más madura. Me siento más contento conmigo y con lo que estoy experimentando como realizador. La película me reubica con el director que siempre he soñado ser. Además, tengo la oportunidad de hacerlo de la mano de gente que respeto mucho.
¿Qué te atrajo en primer lugar de la novela?
Había estado leyendo muchos guiones y tenía la curiosidad de hacer algo que no fuera escrito por mí. Se lo comenté a Viviana Kuri, directora del Museo de Arte de Zapopan, y me recomendó la novela. Cuando la terminé, sentí que jamás había leído algo tan cercano a mí. Había mucha honestidad en la historia.
Narrada en clave de ironía, la novela de Villalobos se sitúa en un entorno de narcotraficantes y poderosos. ¿Puede la violencia tener belleza en pantalla?
No. Yo soy una persona muy pacífica. Fiesta en la madriguera tiene dos escenas muy violentas, pero decidí filmarlas porque el punto de vista es el de un niño. Entonces, no retrata la crueldad consciente del mundo del narcotráfico, sino el descubrimiento de un niño cuya intuición es enojarse con ese mundo y rechazarlo.
¿Qué te permitió situarte en esa mirada infantil?
Fue como viajar al pasado. Nací a principios de los 80, aquí en Guadalajara. En esos años empezaba esta guerra. Hay ciertos eventos de mi infancia que recordé haciendo la película. Y también exorcicé muchas cosas, como ese miedo a crecer en núcleos violentos.
El vínculo entre cine y literatura mexicana viene de tiempo atrás, pero recientemente ha habido una suerte de resurgimiento. ¿Qué te dice este fenómeno y qué piensas acerca de que esté ocurriendo en las plataformas de streaming?
Me emociona muchísimo. Leí hace poco un artículo que le hicieron a Francisco Ramos, VP de contenidos para Latinoamérica de Netflix, sobre su compromiso de llevar la literatura a la pantalla. Hay libros muy difíciles de reinventar, pero me quedo con una cosa bellísima que me dijo Juan Pablo (Villalobos) cuando empezamos a plantear nuevas escenas que no existen en el libro: “Manolo, no te preocupes, mi libro está ahí. No va a cambiar nunca. Hagamos la mejor película posible”. Creo que si entendemos así el paso de los libros a la pantalla, vamos a llegar a muy buenos proyectos. En cuanto a las plataformas, pienso que obedece al momento que estamos viviendo. Me va a odiar todo el mundo, pero las plataformas y el streaming nos están salvando. Otra vez se ha vuelto tan complicado levantar una película, que si no estuvieran Netflix, Amazon, Apple y otros streamers, muchas de ellas no se verían. Son ellas las que están siendo punta de lanza de todos los proyectos que estamos viendo en la industria audiovisual.
📚 Tres libros que recomiendo esta semana
Iconostasio del mundo conocido
Pieza insustituible de la Novela Delta, un mar de alegorías que corren desde el siglo XV hasta nuestros días, esta historia narra el peregrinar de cien iconos hasta la corte del déspota serbio Stefan Lazarević. La empresa es un despropósito pues los caminos están sembrados de ladrones, monstruos marinos y un clima hostil. Petrović no solo echa mano de un sinfín de recursos fantásticos, sino que reinterpreta algunos sucesos imperdibles de ese archipiélago cultural que son los Balcanes.
No contiene armonías
Contemplar, interrogar a la realidad, interpretar los objetos y las ausencias, reflexionar sobre la pertinencia de uno mismo y aun del andar de los gatos, recordar, imaginar, todo eso, y más, es la savia de este poemario que acoge por igual a la moral y a la política, a la culpa y a la memoria y, sobre todo, a la poesía misma, como depositaria de la tradición y como espacio de ruptura. Tedi López Mills consigue que las palabras sean la auténtica imagen del mundo.
Las tumbas de Atuan
Este segundo libro de las Historias de Terramar se concentra en la joven Tenar, oriunda del imperio kargo y sacerdotisa de Atuan. Solitaria, casi proscrita, su vida ordenada sufre una sacudida tras el arribo de Ged, el protagonista de Un mago de Terramar, quien planea robar la mitad de un talismán enterrado. La novela fue publicada en 1971 y debe leerse como una historia de maduración que enfrenta a la sacerdotisa a una serie de pruebas como condición para convertirse en adulta.
🎶 Un álbum
Llevo casi una semana entusiasmado con este álbum: empathogen (2024).
Willow tenía diez años cuando inició su trayectoria en la industria musical. Hoy, con 23, tiene la madurez artística de una cantante consagrada. Y es, en mi opinión, una de las voces más prometedoras del R&B contemporáneo. Además, con este álbum marca una distancia notable con su pasado en el nu-metal.
La canción que abre el álbum se llama “home”, y en ella colabora también el enorme Jon Batiste.
El álbum está disponible en cualquier plataforma.