¡Hola a todxs! Estás leyendo la Edición #009 de Tinta y voz, una newsletter dedicada a los libros y a la gente que los hace posibles.
Hace un par de semanas conversé con el escritor peruano Renato Cisneros acerca de su novela más reciente, El mundo que vimos arder. Para preparar la entrevista, leí otro de sus libros, Algún día te mostraré el desierto, una historia que nutre el no tan poblado género de padres que le escriben a sus hijxs.
📚 🎶 🎬 Si llegas al final, encontrarás más recomendaciones de lectura para esta semana y algo de música (y un comercial 📢).
P.D. Hace unos días publiqué en el suplemento cultural Laberinto un perfil/entrevista con la fabulosa jazzista mexicana Ingrid Beaujean —cuya música recomendé aquí—. Fue una charla acerca de sus intereses creativos, sus aspiraciones y miedos relacionados con la música, entre varias otras cosas. Si quieres leerla, haz click aquí.
La literatura que se ocupa de las paternidades está colmada de cartas de amor o despedida, recriminaciones, evocaciones melancólicas, homenajes, ataques furibundos y ajustes de cuentas. Si alguien se diera a la tarea de ordenar libros bajo la etiqueta “Padres e hijos”, la lista deberían encabezarla Philip Roth (Patrimonio), Martin Amis (Experiencia), Paul Auster (La invención de la soledad), Claudia Piñeiro (Un comunista en calzoncillos) o Aura García-Junco (Dios fulmine a la que escriba sobre mí), el ejemplo más reciente que he leído. Además, claro, está el precursor, Kafka, con su Carta al padre.
La lista de clásicos de este subgénero la dominan hijxs que retratan a sus progenitores. La mirada inversa de esa relación ha sido referida con menos frecuencia, aunque existen ejemplos emblemáticos, como las Cartas a mi hija, de Francis Scott Fitzgerald, o Veinte días con Julian y Conejito, de Nathaniel Hawthorne. Más inusual todavía es el relato en primera persona del padre en ciernes. Recientemente se han publicado un par de libros notables: Literatura infantil, de Alejandro Zambra, y Umbilical, de Andrés Newman. Es precisamente ese sitio casi ignoto el que eligió el narrador y periodista peruano Renato Cisneros (Lima, 1976) para contar Algún día te mostraré el desierto (Alfaguara, 2019).
Descrito desde la tapa como un diario de paternidad, el de Cisneros es más bien un libro mutante. A ratos es su propia historia de amor y a ratos, una fugaz novela de aprendizaje. Por momentos es una compilación de anécdotas sobre sus filias de infancia y a veces, un ensayo sobre las inquietudes de un hombre consciente del terremoto que se avecina.
El hilo que urde a estas piezas es un relato cronológico que contiene el primer encuentro con la futura madre, Natalia, —narrado con el arrebato de ese amor refrescante que trastoca la monotonía—, el matrimonio, la antesala del alumbramiento, las transformaciones —de las minúsculas a las colosales— y los primeros meses de Julieta, la hija, en este mundo.
Hay una simpleza aparente en la prosa de Cisneros, una artificiosa trivialidad en las anécdotas, que esconden cavilaciones devastadoramente crudas, desinhibidas, cínicas. Quizá por eso la complicidad se vuelve instantánea: desde las primeras páginas, Renato se convierte en ese amigo a quien uno escucha gustoso en la mesita de algún café o en la barra de un pub. Sin pudor, se expone al escarnio mediante confesiones del tipo “quiero ser padre; lo que me faltan son agallas para encajar los cambios que vendrán”; también con la exhibición de sus temores, de sus “raptos de culpa o arrepentimiento”, o de la súbita “urgencia de soledad".
El anuncio de la llegada de Julieta detona en el escritor una bomba de vacilaciones sólo comparable con la magnitud de su júbilo. Una de ellas demanda más tinta y papel que el resto: ¿podrá seguir ejerciendo la escritura, esa actividad tan solitaria, mientras lidia con pañales sucios y llantos inexplicables? Más de una vez, Cisneros se retrata como un escritor dividido entre el embelesamiento de la ficción y el pragmatismo de la vida cotidiana. “Si leyeras otras cosas que no fueran tus novelas, lo sabrías”, le amonesta Natalia cuando él pregunta por qué es necesario lavar la ropa nueva.
Retrato franco de la paternidad y los temores que la acompañan, Algún día te mostraré el desierto está impregnado de la dosis necesaria de emotividad, sin aleccionamientos sobre la responsabilidad de educar a los hijos, ni cursilería desmesurada. Es, llanamente, la exposición de un hombre ante un evento transformador.
De manera simbólica, Renato —el renacido, el vuelto a nacer— carga en el nombre el sentido de la paternidad. Después de todo, parece sugerir el escritor peruano, ser padre es eso: nacer a una nueva vida.
📚 Tres libros que recomiendo esta semana
La llamada: Un retrato
Una novela llena de paradojas y contrastes políticos ambientada en las décadas de 1960 y 1970. Su protagonista, Silvia Labayru, es una analista de inteligencia de Montoneros (la organización armada que enfrentó a la dictadura militar en Argentina), hija de un piloto de la fuerza área y antigua simpatizante de las células estudiantiles más radicales. La historia se apega a la realidad y muestra el tránsito de una niñez apocada a una juventud como sinónimo de rebeldía.
El árbol viene
Una civilización surgida por accidente luego de una misión espacial, los mulai, es el centro de atención de esta ficción especulativa. Leemos de la mano de los diarios de un arqueólogo y de sus informes de campo y su visión no puede ser más utópica: una sociedad sin jerarquías, sin la obligación del trabajo y sin el concepto de propiedad privada. La imaginación sirve a Hachemi para reflexionar sobre nuestro presente amenazado por el cambio climático y el capitalismo salvaje.
Movimiento de traslación
Como explica el autor en el prólogo, este es un libro que reúne las traducciones de “unas cuantas obras de los mejores poetas de Occidente fuera del ámbito del español”. De igual modo, aclara que no pretende ser “una guía para entender el desarrollo de la poesía lírica en Europa”; es un volumen que se hizo por placer. El recorrido comienza con los poetas provenzales y culmina con poetas de principios del siglo XX, pasando por el Renacimiento y el Romanticismo.
🎶 Una canción
Desde Guayaquil, Ecuador, llega la voz de Camila Pérez. La canción que recomiendo esta semana se llama “Estela”. Es una ofrenda al valor del desprendimiento, a la conciencia de dejar ir.
Me encanta, en particular, la instrumentación acústica y el ingenio para usar la sección rítmica.
📢 Un comercial
El próximo lunes 22 de abril cantaré en Jazzatlán con el grupo vocal Struttin’ a cappella.
Si quieres escuchar algo de soul y música de Stevie Wonder, Radiohead o Erykah Badu, puedes conseguir tus boletos en este enlace.
¡Si vas al concierto, acércate a decir hola!